Silla – Fiesta del Pilar - 2005
XXV
Aniversario Inauguración...
de la Iglesia Parroquial de San Roque
Homilía día de la Concelebración...
12-Octubre-2005
Fiesta de Ntra. Sra. del Pilar. Esta advocación
tan cargada de historia y que remonta
a
los primeros tiempos del cristianismo en España, no ha de ser un
“recuerdo estéril” de glorias pasadas. Precisamente porque hace
referencia a la memoria, quiere recordarnos que hemos de fortalecer la
fe, caminar hacia el puerto seguro de la esperanza y que nos haga
animosos en el ejercicio de la caridad.
Esto es lo que hemos rezado en la oración colecta
y que fundamenta nuestro compromiso cristiano. De poco nos serviría
enfervorizarnos en una celebración cultual si luego descuidásemos el
servicio que hemos de prestar a lo largo de toda nuestra vida. Y que
sea un servicio constante de fidelidad nos lo enseña Jesús, precisamente
tomando como ejemplo a María, su madre.
Desde lo alto de l a cruz, Jesús nos confía a su
madre para que todos sigamos su ejemplo de entrega. María y los
discípulos forman por lo tanto un binomio inseparable para seguir las
huellas de Jesús. Él mismo, en el Evangelio que acabamos de leer, nos
indica cual es este camino. No se trata tanto de ser privilegiada por
haber llevado a Jesús, o por haberle criado, sino que el verdadero
privilegio es, escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
Ésta es la dicha universal que Él trae “dichosos
los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, y es al
mismo tiempo la fecundidad que todos podemos tener. Lo mejor es pues
concebir en nuestro interior la palabra (y se nos invita por lo menos el
Domingo, el día del Señor) y luego producir frutos de justicia y de
amor. Y esto es lo que hizo María. Su protección no consiste en favores
materiales (muy frecuente objeto de nuestras peticiones), sino
especialmente en que nos estimule a ser portadores con nuestro
comportamiento, de obras buenas. Y para eso pidamos a María que seamos
buenos en el verdadero sentido de la palabra y justos y respetuosos con
todos.
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María, tú eres nuestra hermana: eres de nuestra
raza, has sido una creyente, has conocido dificultades y dudas como
nosotros. Haz que seamos alegres como tú en este servicio de amor y que
nuestra vida descubra siempre más, la presencia de Jesús.
Todos hacemos camino, y prestamos un servicio como
lo ha hecho esta Parroquia de San Roque desde sus comienzos, primero con
D. Juan Alfonso, después con los Barnabitas y ahora con D. José Juan,
y
por todo el tiempo que Dios quiere. Ahora bien: lo más importante es la
presencia de Jesús en medio de todos Vosotros, que a lo largo de este
camino habéis ofrecido, entre alegrías y esperanzas, lo mejor de vuestro
servicio. Las exigencias espirituales de tantos que habéis venido de
otras comunidades de la península, evidenciaban la necesidad de una
nueva parroquia en esta barriada de Silla. Los comienzos no fueron
ciertamente fáciles, ni por los primeros Sacerdotes Diocesanos el año
1972, ni para los Barnabitas el año 1974.
Sin embargo, contando con la ayuda inicial de D.
Fernando, y con el apoyo de las Instituciones Diocesanas, el crecimiento
de la Parroquia fue constante. La peregrinación de un lugar a otro para
ubicar el lugar de culto, la necesidad de fondos para realizar todo el
proyecto, culminaron con el edificio sencillo y decoroso que todos
admiramos.
El alma de todo ello fue ciertamente el P. Luís.
No descansó hasta verlo realizado todo, lo acompañó en sus primeros
pasos y luego pidió a los superiores ser relevado porque consideraba
acabada su labor en Silla. ¡Con cuanta pena, después de 16 años de
intensa actividad, dejó la ciudad y “sus parroquianos de San Roque”!
Es bonito volver atrás la mirada para dar gracias
a Dios por lo realizado, y sobre todo por la Comunidad que se ha ido
creando. Muchos de los colaboradores ya gozan del premio de sus fatigas.
Otros siguen trabajando por la Parroquia que consideran “suya” y otros
más se van agregando a la comunidad, para que todo crezca en bien de
todos, para gloria de Dios.
Los aciertos y los fracasos forman parte de toda
obra en que interviene el hombre. A veces también las incomprensiones
hacen más difícil el camino. Pero también todo se considera útil para
afinar sensibilidades que, a distancia de tiempo, suelen dar sus frutos.
Los Barnabitas, damos gracias a Dios por haber
podido realizar en 25 años el bien que hemos sabido. Nunca es fácil
dejar una obra apostólica. Dejar Silla fue una gran renuncia y un gran
sacrificio. Dejábamos una parcela de nuestra labor, pero con la
satisfacción de haberlo hecho para gloria de Dios y con la pena, eso sí,
de dejar a tantos amigos que nos han querido y han colaborado
activamente.
Personalmente, estuve poco tiempo, pero suficiente
para dejar raíces. Con el P. Luis, que en paz descanse, el P. Julián, el
P. Justo, el P. Eduardo y el P. Mariano, recordamos a menudo tantos
acontecimientos y personas. Tantos rostros familiares que ciertamente
nos recuerdan. A lo largo del tiempo y por medio de todas las
iniciativas y… los disgustillos, se ha ido formando la comunidad.
¡Cuántos momentos felices!
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El testigo lo hemos dejado a D. José Juan. Le
agradecemos el gran afecto que nos tiene (5 de Julio), y sabemos de la
magnífica labor que realiza. Hacemos voto de que pueda
continuar
con acierto y que pueda ser sostenido por la gracia de Dios y toda la
Comunidad. Son estos los dos pilares sobre los cuales se sostiene el
edificio espiritual, mucho más importante que el material, del cual hoy
recordamos felizmente sus XXV añitos.
La gracia de Dios sostiene a la Comunidad y esta
se deja guiar por su Espíritu . El éxito de toda la misión dependerá
pues de una comunidad unida por el amor. En la labor de cada uno no ha
de haber búsqueda de intereses personales, sino puro servicio por el
bien de todos. Por encima de simpatías naturales, cada ladrillo del
edificio refuerza y sostiene al otro y ninguno va por libre.
XXV años son años. Es sólo pero una etapa. Ahora
hay que continuar. Al frente de la Parroquia se sucederán las personas
que la animarán, pero todos Vosotros debéis hacer piña, porque sois los
verdaderos artífices y continuadores de la obra. Haciéndome portador de
los mejores deseos de los Barnabitas aquí representados por los PP.
Víctor y Vicente y del Superior General (no pudo estar aquí hoy por
otros compromisos anteriormente programados), vaya también mi saludo a
D. Salvador, ahora Obispo Auxiliar, que tanto nos ha sostenido en la
última dolorosa etapa entre vosotros. D. José Juan, sabemos que nos
aprecias tanto. A ver si sabremos corresponder con tanto acierto. Y a
todos (no se pueden nombrar uno por uno), un cariñoso abrazo y, un
gracias de corazón. Que la Virgen María os sostenga siempre. Hoy la
celebramos bajo el título del Pilar; los Barnabitas Madre de la Divina
Providencia: Aquí la dejamos en Imagen. Otra está ahora en la Capilla de
la Legación Italiana en Kabul, único lugar de culto cristiano en todo
Afganistán.
Quiero terminar con este hermanamiento Mariano,
para que María os bendiga a todos y tengamos también una plegaria
también por aquella tierra lejana, que dista todavía mucho por encontrar
la paz y bienestar. Y… he terminado. ¡Gracias por vuestra paciencia!
P. Ángel Scotti Raggi
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